martes, 1 de septiembre de 2009

Adiós

Mi placentero sueño llegó a su fin con el estrepitoso sonido del teléfono.
Desperté, y estiré el brazo para descolgar el aparato y al fin contestar con voz dormida mi típico saludo telefónico:
-¿Sí?-
-Anastasia-, sonó la voz de mi padre, -pásame con tu hermana-.
Me extrañó que con su personalidad y estando en otro país no presumiera ni siquiera un poco al contestar, o que, tal vez, no me dijera absolutamente nada respecto a mi tono de voz. En fin… Llamé a mi hermana mayor con un grito que, a pesar de tener la voz muerta, resonó por toda la casa. No contestó.
-Está durmiendo-, dije dirigiéndome al teléfono otra vez.
-Despiértala-, dijo mi padre mas nervioso que antes.
Puse los pies sobre la tierra, literalmente, y levante lentamente los pies para subir escalón por escalón. Abrí la puerta de golpe para encontrarme con dos figuras ligeras y desordenadas. Avisé a mi hermana que pegó un salto fuera de la cama para correr hacia abajo.

-…ya-, sollozo mi hermanita.
Nunca fui tonta, pero en ese momento, hubiese deseado serlo.

Sabía lo que había pasado. Todos esos meses esperando que pasara, preparándome… No sirvieron de nada para ese momento.
Mi Alma dejó su cuerpo para llegar a su eterno destino; era algo que ni siquiera podía considerar cierto.

Me pregunté por qué en ese preciso momento, cuando estábamos más vulnerables, tenía que partir a un lugar donde nunca la podríamos visitar.

MUERTE, que palabra más tenebrosa.

Mi conciencia dibujó una sonrisa en mi rostro. Sonrisa en la cual se divisaban sombras y lágrimas desiertas.

Ese día nunca lo olvidaré, el 7 de Marzo que marcó mi vida.

Dedicado a A.L.M.A

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