Me levanto, algo nerviosa y con ansias de ilusión.
Arrojo las mantas hacia un lado y poso mis helados pies sobre la alfombra.
Es casi invierno.
Miro hacia la ventana, expectante,
acaricio el vidrio empañado y veo con más claridad.
Aunque sé que todo oscurecerá de pronto, quiero ver tu llegada.
Te contemplo cada segundo, y me pregunto: ¿por qué?
Cada paso, cada respiración, cada movimiento de tu delgado cuerpo es un verso esperando a ser escrito...
... -te amo-, replico para mi misma cerca del vidrio mojado.
Bajo la vista, y ahí está todo, otra vez.
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