Son las cinco con veintitrés;
afuera llueve,
adentro llueve.
Aún hay estrellas.
El amanecer se refleja en la ventana
y cerca de mis ojos aturdidos.
La luna me observa con desgana.
Miro el techo
en busca de preguntas
y respuestas,
y soluciones obsoletas.
Son las cinco con cincuenta y seis,
afuera llueve,
adentro llueve.
No encuentro mis lentes,
veo un cielo raso,
blanco,
sin preocupaciones,
sin remedios factibles
para regalar.
Mi retina cruje.
Miro hacia el lado,
sólo pasados indecentes,
dolorosos,
exigentes.
Algo humedece mi maquillaje.
Son las seis con treinta y ocho,
afuera llueve,
adentro llueve.
Hay frío.
Hay frío en mi pulso.
Hay pulso en mis temblores.
Hay temblores en mis venas.
Vete,
no vuelvas,
y procura quedarte.
Son las siete con cinco,
afuera calmo,
adentro llueve.
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