Ol-vi-do

Me olvidé,
de ti no me olvidé,
pero me olvidé.

Me olvidé de las maneras,
me olvidé de cómo abrazarte,
me olvidé de cómo besarte,
todo aquello olvidé,
y quizás de que más
me olvidé.

Me olvidé de cómo tocarte,
me olvidé de cómo pensarte,
me olvidé de cómo escribirte,
me olvidé de cómo desearte,
y de que más
me habré yo de olvidar.

Me olvidé del bien de soñar(te),
me olvidé de cómo conocerte,
me olvidé de aquel hermoso,
y así me olvidé de su urna,
¿es eso en realidad
lo que me gustaría olvidar?

No,
no,
me olvidé de tus mentiras,
me olvidé de tus engaños
me olvidé de ti hijo de puta,
sin ofender a las prostitutas;
me olvidé de la decepción,
pero no,
no me olvidé.

De ti no me olvidé,
de cómo me hiciste feliz,
no me olvidé,
de las sonrisas que me robaste,
maldito ladrón;
del amor que me regalaste,
de la confianza que me entregaste,
de la manera en la que me enamoraste;
de ese pequeño,
bonito,
no me he de olvidar.