lunes, 26 de septiembre de 2011

Ay, ay, ay!

El azúcar de cada lágrima que caía cual rocío por mis mejillas lograba endulzar cuidadosamente cada una de las perlas que lucía forzosa de recuerdos entre mis labios.


Es una lástima. Que impotencia quedarme siempre en los detalles e irme por las ramas con el fin de no regalarte la última puñalada.

Que felicidad, que risas, que llanto. Que rabias, que agresiones, que golpes, que groserías, que llantos. Que miradas endemoniadas, que almas enamoradas, que labios apasionados, que llantos, que llantos, por la cresta que hubo llantos.

El mundo tomó un descanso, las calles se re-dibujaron y se pintaron de óleos fluorescentes y nuestros suspiros fueron dignos de monumentos tallados en piedras preciosas. La manera en la que el viento fingía un ligero siseo sólo para nosotros me aseguraba más y más. La atmósfera nos regalaba figuras infinitas y la aurora nos dedicaba los amaneceres como si fueran notas que debíamos interpretar. Estaba tan ciega que me negaba mirar, y tan ensoñada que despertar se veía hermosamente lejano.

Pasó un huracán y le dio un armónico desorden a lo que solía llamar imaginación. Cual obra de Picasso, cada respiro encaprichado de ti decoraba de la manera más ilegible aquel lienzo que se podía divisar dentro de mis atareados ojos.

"Si te cortara los brazos, y te cortara las piernas, ¿me seguirías amando?"

Que estupidez. 
Volver al pasado una y otra, y tal vez tres, o cuatro veces más para intentar adivinar que pasó. Que curiosidad me alberga hoy en día cuando aún no puedo descifrar donde se fue aquel aire que me embriagaba, aquella ardiente pasión que me desmayaba y que se ha tornado tan extraña como estas palabras carentes de lógica.

¿Por qué he te meterme en este embrollo? Si con mis vasos sanguíneos apostaste en la ruleta rusa y es la recompensa de eso la que me limito a vivir hoy día a día. Si repasaste diálogos conmigo actuando como si tuvieran sentido cuando me rompían suavemente el sístole y el diástole. Si jugaste a la escondida con cada ínfimo detalle de mi cuerpo como si la piedad no fuera regla en aquel juegueteo. Si aún quedan retazos de lágrimas reposando en mi iris, el mismo que te amó como si el miedo hubiera sido arrancado del diccionario, el mismo que corrió tras de ti mientras partías para ese último y penúltimo y último y horrible adiós, aquel mismo que ya se acostumbraba a tu vulgar presencia.

Maldito profano que en mi mente no descansa y se acumula. Si hay cosas en la vida que no entiendo se dice que esta es una de ellas. Si hay cosas en la vida que me deprimen, es ver pasar la primavera y sus atardeceres sin tener a tus labios reposando en los míos.

Miserable.
Bastardo.
Infelice.
Amor mío.

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